Las nuevas generaciones saben que la moda rápida y el consumismo al extremo ya no es el camino. La compra desmedida y tener el guardarropas repleto de prendas no es sinónimo de vestirse bien. Acumulación es equivalente a perder el foco en el medio ambiente y en los graves problemas que acarrean los residuos provenientes de las industrias textiles. El fast fashion, parecería ya no estar de moda dentro de los jóvenes que apuestan a una moda circular y sustentable. 

¿Qué es la moda rápida? 

Es un modelo de producción acelerado y constante a bajo costo, que impulsa a los consumidores a comprar determinadas prendas  durante “microtemporadas” por año. Su estructura se basa en trasladar nuevos productos a las tiendas, en el menor tiempo posible y que estos sean atractivos a la mirada del consumidor.  

¿Por qué este modelo de producción es tan dañino con el medio ambiente? 

  • La industria de la moda rápida es responsable del 10% de las emisiones de gases a la atmósfera y de la producción del 20% de agua residual a nivel mundial. 
  • Al lavar la ropa sintética se desprenden micropartículas, es por eso que el 30% de los desechos plásticos en el océano son microfibras textiles. 
  • A escala mundial la siembra de algodón ocupa solo 2.4 % de la tierra cultivada pero consume 6% de los pesticidas y 16% de los insecticidas; actualmente menos del 1% es algodón orgánico. 
  • La gran mayoría de los desechos no son biodegradables, ya que más del 60% de la ropa producida es confeccionada con materias primas sintéticas, que pueden demorar siglos en descomponerse. 

Los acuerdos climáticos de cada país y el desarrollo sostenible impulsado por la ONU, señalan que las grandes empresas textiles deben esforzarse cada vez más para cumplir los objetivos sustentables y sostenibles con el medio ambiente. Si bien cada vez son más las marcas que comenzaron a transitar el camino de protección medioambiental, en todas las cadenas de su producción, todavía queda mucho por recorrer. Las presiones de los gobiernos, y sobre todo de los jóvenes, son cada vez más fuertes, situación que hace pensar a los teóricos en la materia, que si las empresas textiles, que aún no han puesto en marcha la concepción sostenible y sustentable, podrían perder su relevancia cultural y destruir su imagen a largo plazo. 

Cambiar algo tan instaurado a lo largo de la historia no es tarea sencilla. Hay que introducirse en las culturas y en sus formas de pensar. El concepto de slow fashion, comienza a tener protagonismo en nuevas generaciones y esta alternativa intenta respirar junto con el medio ambiente.