La revolución cultural de las masculinidades 

Generaciones pasadas han sido criadas en una cultura particularmente dividida. Desde pequeños crecieron con la distinción entre la actividad y la pasividad, la autosuficiencia y la dependencia, la razón y la emoción, la fortaleza y la debilidad, el honor y la vergüenza, la valentía y la cobardía, el éxito y el fracaso, la dominación y la subordinación. Mientras que los primeros términos de estas dicotomías se construyen como deseables, los segundos aparecen asociados a las mujeres y a la feminidad como algo ajeno, secundario e inferior. La mayoría de los varones son condicionados a construir su identidad mostrando una férrea oposición a esa idea de feminidad. Un varón, para ser considerado tal, debe demostrar continuamente que no es un niño y que no es una mujer. 

La masculinidad es un concepto relacional moderno. Es un conjunto de significados, que se construyen a través de las diferentes identidades y autopercepciones en una sociedad determinada, como así también a través de las relaciones entre pares. Por otro lado, se podría decir que, la masculinidad es aquella dimensión destinada a la educación de los varones en ciertos mandatos y prácticas. Sin embargo, para lograr esto, hay que desconstruirse, algo que para muchos resulta difícil. La masculinidad, para que sea tal, se debe practicar, desmotrar y reconocer para consolidarse como tal.  

Los varones están bajo la persistente mirada de otros varones y es allí donde se avalan y reproducen muchas de las prácticas más nocivas para ellos. La famosa “virilidad” y “valentía”, se va construyendo y reconociendo ante la mirada de ellos mismos que operan como examinadores de una “verdadera masculinidad”. Este proceso de legitimación social está lleno de peligros, con riesgos de fracaso y con una competencia intensa e imparable que hacen que el miedo a quedar afuera del grupo de pares sea la emoción que moviliza cada gesto, práctica, palabra en el recorrido de “hacerse varones”. 

La moda, sin dudarlo, ha exacerbado las nuevas masculinidades y el claro cambio paradigmático. Volver a la infancia para desarmar estereotipos de géneros y romper con los convencionalismos, está siendo una gran apuesta dentro de la industria de la moda, para acercar a los “varones” a una consolidación más igualitaria.  

La fragilidad también es masculina. Las diferentes identidades hoy son cotidianas. Ser testigo no alcanza para cambiar el discurso instaurado. Ser testigo es poder transformar y apoyar, desde el lugar que sea, las nuevas manifestaciones sociales donde lo tradicional ya no es tendencia.   

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